El monopolio de la ignorancia

Cada vez hay más ricos en el mundo, y también más pobres. Esta tendencia indica dos cosas: que poco a poco el dinero desprecia más al hombre, y que la culminación de ese desprecio es el emporio monopolístico. Todos somos clientes de algún oligopolio, sin excepción. Todos formamos parte de la plantación que la publicidad fumiga con sus mensajes. Hagamos caso o no a esos mensajes, el hombre civilizado, incluso el hombre culto, cree que la libertad consiste en elegir lo que consume. Esa libertad constituye una de las bases del pensamiento único, porque no tenemos al alcance ninguna otra. La pugna reciente entre Netflix y Paramount por la adquisición de Warner Bros Discovery es buena muestra de que la inversión más rentable es aquella que se hace para que todo el mundo piense igual. Ahora que lo que pensamos viene a través de lo que vemos, las plataformas sólo persiguen que todo el mundo crea lo que ellos creen. No se trata de economía, sino de lobotomía. Pensar y comprar se están volviendo una misma cosa.

Oligopolios cinematográficos, periodísticos, culturales, oligopolios que tienen que ver con la forma en que contemplamos el mundo: es el dinero el que los crea, no la diversidad de opiniones. Decía William Blake: “El necio no ve el mismo árbol que ve el sabio”. Sólo existe el árbol que tenemos delante, pero es la cultura -lo que hemos leído y lo que admiramos- aquello que nos hace verlo de una forma propia y determinada. Nuestra forma de mirar podría ser el origen de una revolución social, como lo fue la minifalda. Por eso lo que pretenden todas estas corporaciones es que sólo un árbol, el suyo, sea el que todo el mundo ve. Más aún: que veamos cualquier árbol de una única forma. Esta pretensión, en caso de que llegase a imponerse, es política. Control, siempre control, un control consistente en redefinir lo mayoritario como excluyente. Se asumen las diferencias de parecer, las originalidades, siempre que no se les dé importancia. La actual adicción del personal a las redes sociales y también a las plataformas televisivas, donde hasta lo que parece sustancial está al alcance de la ignorancia de la mayoría, es una forma de invalidar el pensamiento crítico. La política educativa lleva decenios imponiendo la estupidez. El paso siguiente será verla como algo dictado por el orden natural.

Muchos psicólogos empiezan a recomendar que los niños se aburran. La hiperactividad y la falta de atención, creadas por el movimiento de cinta de Moebius en que son educados, los conduce a la incomunicación. Entonces, igual que los mayores, se enganchan a lo que todo el mundo ve. Netflix, HBO, Amazon, Disney… Se pretende que abandonemos los libros, el silencio, el espejo de la soledad, y compartamos la sandez que fabrican para nosotros. Si no fuese así, no habría actividad económica ni enriquecimiento de los cada vez más ricos. Lo que no se vende no existe, pero lo que se vende suele ser un engañabobos. Comprar la Warner, la compre quien la compre, sólo pretende que todos tengamos un único mundo delante, inamovible y, en realidad, obligatorio. Los horrores de “Stranger Things” -horrores para gente ya horrorizada, que devora ansiolíticos- están en las pantallas para que no oigamos los gritos que Mortadelo y Filemón lanzan desde un cajón olvidado de nuestra infancia, mientras los lobotomizan para extirparles la imaginación.

Publicado en el diario HOY el 13 de diciembre de 2025

Un comentario sobre “El monopolio de la ignorancia

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  1. Muy bien analizado, digno de psicólogo de diván. Un ganadero habría utilizado el símil del momento de embarcar al ganado: en un principio acercándolos desde el campo «libre» hasta la zona de corrales; abriéndoles puertas que les parezcan una salida mientras cierran el paso por detrás para evitar un posible regreso; engañándoles con la luz de una falsa escapatoria hasta el instante en el que ya no hay espacio para arrepentirse (o, simplemente, ni existe ni lo intuyen); y al final quedar encajonados, irremisiblemente, donde el astuto ganadero quería a las reses. ¿Eso somos? ¿reses abocadas al matadero intelectual? ¿alineados en un Matrix real? Al final la vedadera pandemia no es la Covid, ni la peste porcina, ni la gripe aviar. Al final la epidemia la causan los orondos medios de comunicación, la famélica educación, nuestra facilidad para ser ratoncillos de Hammelin y la imbecilidad para, además, defender a los indefendibles. Como diría «Forges»: «país».

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