Vivir en América

Habría que revisar cómo entendemos el mundo y nuestro lugar en él. Pensar en el verdadero origen de los ladrillos con que levantamos la civilización que nos rodea. Quizá así nos demos cuenta de que sabemos más de la historia americana que de la nuestra, y no me refiero a los países de habla hispana, sino al único país que se llama a sí mismo América: los Estados Unidos. América first, recita Trump en discursos para los bisontes de la pradera y los grizzlies de los bosques, porque Trump ha borrado del continente a los países que están al norte y al sur de Estados Unidos, ahora en riesgo de ser invadidos por los marines del portaviones Gerald Ford. No sólo eso: sentimos más cercana la vida del cowboy que la de nuestros padres, porque desde que se inventó el cine, desde que se montó Silicon Valley, nos miramos en una pantalla, no en un espejo. Hace cincuenta años, la gente original se identificaba con el James Dean de “Rebelde sin causa”, y hace cuarenta los que tenían sueños descubrieron los ejemplos de Luke Skywalker o Clark Kent. Ahora esas figuras poseen más entidad que el Quijote. El Quijote nos resulta tan cómico, es decir, tan ajeno que no hemos aprendido nada de él. Así que ahora el cine, como decía Martin Scorsese, no es ya un arte, sino la industria que fabrica los “Transformers” y los monstruos descarnados de “Resident evil”.

            Hemos americanizado nuestra vida porque los filtros ya no existen. No admiramos, consumimos. Con Franco los españoles iban a ver “Gilda” por morbo, porque en España nadie le pegaba a su mujer, o veían “Centauros del desierto” porque todos tenían una burra atada a la argolla de la cuadra, pero los pocos que después visitaban New York al jubilarse, y se ponían a la sombra del Empire State, se extrañaban de que King Kong no estuviera en el mirador del último piso. Tampoco los que paseaban por Central Park se cruzaban con “Marathon man”, corriendo a lo largo de la verja del lago en camiseta de tirantas. En realidad, vivimos en un mundo no sólo al que no pertenecemos, sino que no nos gusta. Sin embargo, es el mundo que tenemos asignado, el que fundimos con un mechero en una cucharilla para olvidarnos de lo que carecemos, o el que colocamos más allá de nuestras ventanas, que dan a una vida en la que hay que luchar por tener una voz y una vivienda.

            Hemos adoptado Halloween, vemos patrañas en las plataformas televisivas y ahora pagamos aranceles porque es lo debido. Simplemente no encontramos otro camino. Tampoco lo buscamos. La educación bilingüe, el brunch, las despedidas de soltero, el Black Friday, los musicales en la Gran Vía, las residencias de estudiantes. Hemos adoptado todo lo que vemos en Hollywood, en los mall y las verdaderas universidades, que son Harvard o Princeton. Hasta soñamos con un cine comercial que sólo haga comedias, o que sólo llene salas. El país con menos libertad es el que impone las reglas de la libertad, porque tiene publicistas como el Capitán América o Martin Luther King. La aflicción de los europeos ha adquirido ya la forma de Yellowstone, que es una serie violenta pero vital. Antes Yellowstone nos hacía feliz. Sólo lo habitaba el oso Yogui, y no era republicano, pese a los sándwiches que robaba.

Publicado en el diario HOY el 15 de noviembre de 2025

Un comentario sobre “Vivir en América

Agrega el tuyo

  1. Sí, señor. Jugando con las metáforas y trenzando esas prótesis de la cultura norteamericana (mejor será decir estadounidense, para no cabrear a los canadienses) con las que hemos «frankeinstenizado» la nuestra, has descrito más de lo que esperabas, o no, que nunca sé si callas por poner el punto y final al artículo o te reservas, como en el póker. A la par el cuadro de don Manuel y tu artículo para endulzarme el domingo.

    Me gusta

Replica a observantd9dbc23bba Cancelar la respuesta

Blog de WordPress.com.

Subir ↑