H.G. Wells escribió una obra que ya no se lee. En ella un montañero, Núñez, llega a una especie de Shangri-La en Los Andes, poblado por ciegos que no entienden que él pueda ver, y por tanto lo someten a un ostracismo que impide la comunicación, lo que hace imposible que se integre en esa comunidad. Para los ciegos, que alguien vea resulta incomprensible. Crea una idea que los perturba y, por tanto, el conocimiento impartido por alguien que puede ver queda invalidado. En realidad, los ciegos no entienden el significado del verbo ver, o del sustantivo color, y empiezan a odiar a quien quiere explicárselos. Para ellos, esas palabras no existen. Algo parecido a lo que el Gobierno quiere hacer con la palabra cáncer. El libro de Wells se titula El país de los ciegos, y es evidente que se ha vuelto extrañamente contemporáneo, sobre todo en España. La ilustración definitiva la hemos presenciado hace pocos días, con la comparecencia de Sánchez en el Senado. No es que Sánchez sea el tuerto, pero lo parecía, cuando hemos oído las preguntas que, dentro de una institución tan digna, según su presidente, le hacían los senadores del PP y de otros partidos. La culminación -teniendo en cuenta que Sánchez comparecía por el caso Koldo- llegó cuando un tal Alejo Miranda le preguntó: ¿Cree usted que Venezuela es una dictadura?
Esta es la política española, una política de gente con el dinero y la impunidad suficientes para dedicarse únicamente a la pureza ideológica. Las preguntas ramplonas que tuvo Sánchez que contestar lo único que indican es que, en efecto, Sánchez, políticamente, es el único que sólo está tuerto. Los ciegos están en los partidos de la oposición, que son incapaces, ante la problemática española, de organizar siquiera una moción de censura. ¿Por qué? Porque sigue imponiéndose la ortodoxia ideológica sobre los problemas que no se resuelven desde hace cincuenta años. También porque la derecha nunca está ahí para solventar problemas generales, más bien para crearlos, porque esa solución va siempre contra los intereses que aquellos a los que representa, que nunca son sus votantes. De modo que la clase media ha pasado a ser una granja de pollos, todos los partidos la tratan así. Pollos a la temperatura idónea para que pongan huevos y a los que les dan de comer su propia mierda. Un negocio perfecto. Cuando la clase media desaparezca -y con ella, la cultura-, todos seremos indigentes subvencionados. No se puede tener hambre y derechos a la vez. Gobernar se convertirá -ya casi lo es- en un ejercicio de misericordia.
La política española es un país de ciegos. Esa ceguera política empieza a ser también la de la ciudadanía porque, como apunta Wells: ¿es posible seguir siendo vidente en un mundo de ciegos? Así que poco a poco aceptamos la ceguera de Sánchez, de Feijoo, de Abascal, de Ayuso, de Yolanda Díaz y de Ione Belarra. Ciegos en cuyos proyectos no entra dejar de serlo, al contrario: han fundado una política basada en la búsqueda del poder, de la indiferencia. Un Parlamento y una sociedad de sofistas. Después de la sesión del Senado del otro día, lo mejor sería que el Senado desapareciera. Todos los senadores parecen miembros de un club dedicado al bizantinismo. Todos, igual que los diputados del Parlamento, duermen sobre montañas de oro, igual que el dragón Smaug. No necesitan tomar ni un solo Trankimazín. La inopia, la molicie en la que viven jamás intranquiliza sus pensamientos. Creo que, aunque fueran sometidos a un largo y acelerado curso de hambre, ninguno cambiaría. La culpa de esa hambre la tendría siempre Maduro, y la sombra de Maduro es muy alargada. Al parecer.
Me alegro de no estar del todo de acuerdo con Usted hoy… Necesitamos un plan, otra opción, una salida de la ratonera ¿No…?
¿Alguna alternativa…?🙄😳
Gracias DJ LOWRY ✍️🙏
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Hola Antonio. Creo que la única alternativa es exigir otra democracia
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Pero Don Alonso 🙄 ¿Quién le pone el cascabel al gato…? ¿La tercera República, los cantones suizos, otro monarca, la dictadura del proletariado, cada uno «pa’su pancha»…? 😳
Bien es verdad que todo es perfectible, pero, hace poco no nos iba tan mal y ahora fíjate cómo nos va…
Gracias por sus artículos. 🙏
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Esas preguntas que hace son perinentes, pero el debate es largo. Cambiar todo desde abajo. El gran problema estriba en que la mayoría tendría que subir el listón, algo que no va a hacer. El problema son los votantes, no los políticos.
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«subir el listón…» 👌 En muuuchos sentidos.
Saludos Don Alonso. 🙏
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Me gusta el paralelismo que has construido, aunque me aterra suponer que todo el mundo acepta que un «Pedro lazarillo» nos esté guiando por a donde sus intereses bastardos les convenga; me da pánico imaginar que no habrá reacción o, peor aún, que el número de reacciones sea tan insuficiente que, además, justifiquen la continuidad de ese pastoreo esgrimiendo, ahora sí porque le conviene, la tan destrozada democracia. Había más esperanza en «Horizontes perdidos» de James Hilton. ¿Habrá alguien que esgrima la vara, cual Moisés, y separe las aguas turbulentas para que sucumban ( no literalmente, por supuesto) los perseguidores del pueblo que busca la libertad? Necesitamos un faro que no sea el del fin del mundo.
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