Retorno al endecasílabo

Para Marino González

No hace mucho les aconsejaba a mis alumnos, tanto a las chicas como a los chicos, que no se enamoraran de alguien que no fuera capaz de escribirles un buen soneto amoroso. Les decía que un adolescente que no sale de las redes sociales es un espíritu extraviado, un hombre perdido en la taiga. Sin embargo, la búsqueda del arte se está volviendo imposible, y sin el arte el hombre es una abreviatura. No comprende el mundo ni a sí mismo. Les decía que había que conseguir catorce versos de once sílabas cada uno. No había que ser Dante Alighieri, ni Cavalcanti, pero una condición inalienable era que fin no rimara con link, ni que ritmo rimara con algoritmo. No sé si me hicieron caso, porque creo que la poesía, para ellos, estaba perdiendo el sentido. No porque no tuvieran sensibilidad, sino porque no tenían tiempo. El tiempo les sigue faltando hasta en las primeras etapas de su vida, y son necesarias cantidades ingentes de tiempo para tomar conciencia de uno mismo. Los jóvenes de ahora son personas sin tiempo desde que nacen. Recuerdo haber leído durante una tarde entera, de 4 a 12, la Narración de Arthur Gordon Pym, de Poe, acompañado de un café y un mapamundi. Cuando tenía 15 años aquellos silencios de 8 horas existían, discurrían a lo largo de tardes enteras de lluvia. Ahora el ruido no te deja abrir un libro y concentrarte en él, no te deja enamorarte con todo el sentido que debe tener descubrir mundos en otra persona. Sin embargo, no son los demás los que malogran ese silencio: son sus tonterías. Hay grupos, generaciones enteras que no pueden ponerse a salvo de sus propias tonterías, y encontrar tiempo propio fuera de ellas.

            Por todo ello creo que habría que volver a hablar en endecasílabos, a plantearse el lenguaje de otra manera, aunque fuese como simple juego. El endecasílabo es sólo una convención fortuita, podríamos elegir cualquier otra que nos sacara del vacío que fundamos apenas empezamos a hablar. ¿Parece difícil? Posiblemente escandir sílabas, recontarlas, colocar las letras de plomo en la caja de impresión nos proporcione el silencio necesario para pensar en nuestro futuro, en el sentido que tiene el ruido que nos rodea y en la máscara que llevamos puesta. Habrá gente que ya respire en endecasílabos, la habrá que en octosílabos. Supongo que los buzos y los que practican apnea llegarán al alejandrino, o a las largas tiras de versos monorrimos del Cid. En cualquier caso, estaría bien que todo facilitase que dejáramos de pensar y respirar en imágenes, porque las imágenes pueden ser falsas. Las palabras sólo son inexactas.

            Recuperaríamos así una especie de inconsciente colectivo, una época en la que las buenas novelas se publicaban, y los debates que implicaban al hombre llegaban al cine y a la televisión. Sería la vuelta a un tiempo en que los líquidos espirituosos y las drogas volverían a abrir puertas, no a ignorarlas. Recuperaríamos los grandes silencios que han fraguado esta civilización. Volvería a nuestros brazos, recién nacido, el animal contrito de la cultura, que se ha vuelto incomprensible a fuerza de desprecio. Lo he dicho muchas veces: la cultura puede parecer un lastre, pero la prefiero a la nada. Acabo de ofrecer infinitas soluciones al triunfo de la Nada sobre Fantasía, el reino de la Emperatriz Infantil. Luego no digáis que la decadencia es imparable. Nunca es imparable. Basta con ser consecuente con lo que uno teme.

3 comentarios sobre “Retorno al endecasílabo

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  1. Está genial y me parece que pasaste del pesimismo que te embarga a proponer cambios, posibilidades, alternativas.

    Por otra parte, a mí me parece que ellos no lo ven como «nada», no perciben un vacío en sus vidas. Sí me parece que están rodeados o ven una sucesión de imágenes, asuntos y cuestiones que, justamente, no les permite discernir muchas cosas, no sólo bien de mal ( que esto ya no se enseña ) sino pavada de algo sustancioso. Pensar, me parece, aunque es una posibilidad abierta, son pocos los que la toman. Y bienvenido sea tu incentivo.

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