El signo de los tiempos

Hace ya demasiados años que en la literatura española, y casi en la occidental, no existen libros de culto. La expresión define un tipo de libros que, llevados por un conjunto representativo de lectores, terminan calando en las ideas de su tiempo, y continúan leyéndose porque contienen elementos inolvidables. Cierto que el libro de culto es demasiado personal, pero a menudo uno encuentra que los libros que adora son también adorados por otros. Cuando digo adorar me refiero a leer, simplemente, o más bien a releer por mandato o necesidad internos, muchas veces inexplicables. No obstante, a medida que pasan los años, sobre todo a partir del apagón -he llamado así en alguna ocasión al momento en que la industria cultural empezó a imponer que lo que debía leerse era lo comercial-, la desaparición de libros que dejan un rastro inequívoco en la gente, es decir, los libros de culto, ha sido inevitable y paulatina. El best seller se vende, pero no se habla de él. Sólo se recomienda. Es un libro que no deja rastros más que en las cuentas de resultados de la editorial que los publica, y los publica no para que se lean, sino para que se compren, de ahí que el elemento publicitario -es decir, mediático- sea tan importante. En cuanto a los libros cuya recomendación pasa de boca en boca, normalmente se recomiendan porque enganchan, no por lo que dicen o cómo lo dicen. Por el mismo motivo se podría recomendar la compra de heroína. Yo he de tener algún tipo de peculiaridad, quizá alguna minusvalía, porque los libros que enganchan a los lectores de best sellers conmigo no lo hacen.

            Siempre he dicho cuál es el origen del problema, porque lo considero un problema: los cambios impuestos por la industria en el gusto de lectores sin criterios de calidad. O, más bien, del público. Vivimos una vida a la que se le ha ido quitando profundidad, y no nos damos cuenta, en parte porque también los libros empiezan a formar parte de esa carencia. La profundidad es algo a lo que se aspira cuando se tiene tiempo y ganas de comprender lo que nos rodea. La profundidad empieza cuando leemos, o cuando nos enamoramos, pero son momentos o estados de los que muchos pueden prescindir. Nos importa más lo que dice la tele que lo que dice nuestro corazón. Entonces acudimos al best seller. No suelo leer el best seller “de calidad” que se publica ahora, porque es el que menos calidad tiene. No obstante, he leído mucha literatura pulp, incluso literatura de quiosco, pero siempre sabiendo hasta dónde llegaban esos géneros, y a qué se debía la satisfacción que me proporcionaban.

            Lo que ahora se publica en España obedece al signo de los tiempos: el imperativo de leer basura sin saber que lo es, poniendo siempre a salvo a autores que pertenecen a la resistencia, admirables autores de barricada, que los hay. Yo propondría al lector, y también al escritor incipiente que aman la originalidad, que piensan que el lenguaje es importante, que quieren que los libros les pongan delante los cambios experimentados por el hombre y la sociedad que los rodean, que aspiran a ver iluminado el mundo en que viven -iluminado por la verdad, desde luego-, que prefieren, en definitiva, admirar lo diferente en lugar de lo gregario… Les propondría encarecidamente, si se dan algunas de estas condiciones, que se fueran de este país lo antes posible. Aquí no hay futuro.

3 comentarios sobre “El signo de los tiempos

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    1. Querido Leandro, te los mencionaré más adelante en privado. Creo que lo importante es la situación de las publicaciones, no las excepciones. Los nombres que más suenan forman parte de una estrategia comercial que, creo, nada tiene que ver con lo que estos autores aportan, y con la exigencias que los tiempos que vivimos deberían pedir a la literatura. Te recuerdo que sólo es mi opinión

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