Expiación

La gran literatura, a veces el cine, que es el arte más literario, han dejado escenas que definen la escritura y hacen que reflexionemos no sobre el arte, sino sobre el sentido que tiene escribir. Para mí, una de esas escenas la narra H. G. Wells en La máquina del tiempo. Cuando el viajero del tiempo conoce a los eloi, éstos le enseñan las ruinas donde viven y entonces aparecen unos cuantos libros en un mueble -también en la película de George Pal- que se convierten en polvo cuando el viajero trata de abrirlos para ver qué contienen. Han estado allí durante siglos, y nadie ha necesitado acceder a ellos. Wells fue el último profeta de una civilización que ahora llega a su fin, la nuestra. Vio con una antelación que él multiplicó -quizá por ironía, quizá por presunción- un ocaso del hombre ligado al ocaso de los libros. ¿Por qué escribir, entonces? Sinceramente pienso que hemos perdido ya la esperanza de encontrar respuestas, porque he visto a muchos eloi entre mis alumnos. He visto, en los últimos veinte años, aulas llenas de eloi. Chicos para los que la cultura no tiene ningún encanto, a los que sus familias no han transmitido nada de lo que nuestros abuelos nos contaban a nosotros. Chicos desheredados. ¿Por qué escribir, entonces? Para expiar lo que no podemos remediar ya. Hace cincuenta años parecía que la palabra podía abrir puertas. Ahora sólo las cierra. La cultura es un reo al que alguien conduce al paredón. Quien lo ha levantado lleva haciéndolo durante los últimos veinte años, y desde luego no es el chico que cursa enseñanzas medias. Ahora se escribe en papeles que quepan en una botella y pueda arrojarse al mar. Alguien la encontrará en un futuro atávico, como el de El planeta de los simios, y será incapaz de leerla, aunque sepa con seguridad que se trata de su salvación.

3 comentarios sobre “Expiación

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