Aún no me he decidido a envejecer, pero he abandonado ya la adolescencia por tedio. He escrito algunos libros, ninguno importante, porque ya no existen los libros importantes. No creo en el talento, ni en esos numerosos elementos vitales llamados circunstancias, así que soy un eterno viajero, sólo a veces inmóvil, y un escritor obsesionado -y perturbado- por todo lo que viene de arriba: los argumentos novelísticos, las tormentas… El amor, las discusiones, el silencio me llenan como libros inolvidables. Creo que la soledad es necesaria. Si creyerais que no tengo nada que decir, por favor, decídmelo. Me haré el sordo.
Sobre mí