La situación de Gaza refleja a la perfección el lugar que ocupa el individuo en la sociedad del siglo XXI. Allí se está matando, y expoliando, a una multitud que durante decenios ha soportado el terrorismo propio y el israelí. El propio supongo que era inevitable, el otro también. Al hombre del resto del mundo le ocurre lo mismo, en una dimensión diferente, aunque no menos importante. El poder actual se parece cada vez más al que Kafka retrata en El castillo: un poder invisible, oculto siempre, como mencionó el personaje de Lewis Strauss en Oppenheimer, la película. El proceso casi es el mismo: el poder ha apartado de nuestra vida los temas importantes. Podemos unirnos en las fruslerías, no en lo que expresa una visión del mundo. Más aún, la única visión del mundo que nos ha sido dado expresar es una forma de bagatela. Lo mayoritario, si no consiste en insignificancias, no existe. No existe una opinión común, ni un ansia colectiva de cambiar, o abandonar lo que hay: la política, la vida tal como está hecha. El futuro ya no se proyecta, ni se piensa en él. Se recibe de manos que no sabemos a quiénes pertenecen. Hemos perdido la capacidad de unirnos frente a los que mandan, de desempeñar un papel en aquello que van a heredar -o sufrir- nuestros hijos. De cualquier forma, lo chocante no es que nos eximan de lo que hemos construido, sino el modo en que lo hacen.
Para empezar, la revolución tecnológica no ha creado un punto común al que dirigir nuestra mirada, como ocurría cuando antiguamente se convocaba una manifestación, o Jacques Brel cantaba una canción, o los beatniks llegaban a Los Ángeles y Allen Ginsberg recitaba en la universidad un poema titulado Howl. No, la revolución tecnológica disgrega, facilita la dispersión. Está diseñada para que cualquiera que necesite comunicar algo importante encuentre infinidad de escollos y problemas. La gente encuentra puntos en torno a los que unirse, pero siempre son cosas que provocan risa. Lo viral suele representar lo estúpido. La tecnología, y por supuesto la política, han extirpado lo sustancial, nos han desposeído del lugar que nos pertenece en el futuro. Nos han convertido en mujeres y hombres sin porvenir. El porvenir es para otros. La web tiene infinidad de canales de desagüe por los que las cosas que merecen la pena son evacuadas, ausentadas de lo que perciben esas grandes multitudes que se envían vídeos de Tik Tok. ¿Para conseguir qué? Para conseguir que nada nos afecte. Tendremos que tomar decisiones a nivel personal, es inevitable, pero nunca encontraremos cauces para unirnos y tomarlas a nivel de sociedad.
Nos hallamos desarmados e impedidos, en Gaza igual que en las sociedades occidentales. Se manifiestan los profesores, se manifiestan los médicos, pero el mismo que les niega la calidad del servicio y los salarios que piden -siempre, el poder- siembra de estupideces, de publicidad, de debates inútiles y desatinos las plataformas en las que aparece la noticia. En el fondo, ya no tenemos en nuestras manos la capacidad de decidir, de oponernos. Los que dirigen ni siquiera han tenido que mostrar lo que hacen. Eso se lo han dejado a los instrumentos que el propio individuo utiliza. El país supuestamente más libre -EE.UU.- es el más sometido. La democracia europea está atada de pies y manos, porque Europa no existe sin cultura, y la cultura forma ya parte de un sueño que acabó en la II Guerra Mundial. Vivimos, como supuso Cortázar, en una casa tomada de la que terminarán echándonos. Desde que compramos la televisión y el ordenador, ya no nos pertenece.
Gracias Maestro 🙏
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