La economía de la miseria

Para Juan Manuel Ramírez

            Tener lo justo es como no tener nada. La única diferencia la establece el hecho de estar vivo o no, y esa diferencia es cada vez menos importante. Decía Ciorán: “Lo mismo me da estar vivo que muerto. Como estoy vivo, sigo vivo”. La desigualdad social nos ha llevado a familiarizarnos con estos procesos mentales. Hay un libro de Claude Guillon, titulado Economía de la miseria, que lo explica muy bien. Buena parte de la política de izquierdas actual se basa en que la gente siga viva, pero no permite la aspiración a que esa vida sea digna. La señora Yolanda Díaz cree que ha descubierto una forma de mejorar lo que hay aprobando el ingreso mínimo vital. Tal ingreso no previene la exclusión social, lo único que previenen es que te mueras. Es un logro, sin duda, pero condenará a muchos a soñar con la primitiva, que sólo les toca a los ricos. La exclusión social, sin duda, es un tipo de muerte que consiste en que sigues opinando, sigues teniendo un lugar en el mundo, pero no puedes cambiarlo por otro. Tanto la izquierda como la derecha ven la sociedad española como un grupo de personas que han de callar simplemente porque comen. Tal es la política que sufrimos, muy parecida a la de la Cuba castrista. No faltan los fríjoles ni el arroz, pero si dices que no quieres ser comunista te lo quitan. Aquí ocurre lo mismo si dices que no quieres ser tonto del culo.

            La izquierda no ha hecho que los que tienen dinero paguen más impuestos. El que debe pagarlos es, mediante el impuesto de donaciones, el padre que ayuda a su hijo a llegar a fin de mes, así que ayudar a un hijo ha pasado a formar parte de la economía sumergida. Sólo de esa forma se puede dar un sustento mínimo a tanta gente que no tiene trabajo, ni quiere tenerlo. Este tipo de gente constituye en España una clase social. Es la única forma de que te voten pese a la política que hagas. Roosevelt creó aquello del “New Deal” para combatir la depresión del 29. La causa de la depresión, según su equipo, era que la renta de los consumidores no aumentaba lo suficientemente deprisa para absorber los productos comercializados. Sólo incrementando la renta de los trabajadores se eliminaría el problema, y en eso consistió la política económica. La tendencia actual es la contraria. Ahora el trabajo, y por tanto el sueldo, constituye un don divino, pese a que antes era una sumisión. La palabra “trabajar” viene de la voz latina “tripaliare”, es decir, torturar con el “tripalium”, un instrumento compuesto por tres palos que se usaba para inmovilizar y castigar a esclavos y animales.

            La economía es una simple estrategia, y la política usa el derecho al trabajo o la renta garantizada como si fueran un fin en sí mismos, y no se pudiese aspirar a nada más. El concepto de renta mínima de inserción crea una mayor desigualdad social: la que diferencia a los que irán a la clínica Quirón, ya construyéndose en Badajoz, y cuya financiación la recibe del desmantelamiento de la sanidad pública, y los que tendrán que aguantar 150 días para que los operen. La construcción de las clínicas privadas y lo que los enfermos tendrán que esperar hasta que les salven la vida están financiados con el mismo dinero.

Publicado en el diario HOY el 16 de agosto de 2025

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