El Papa y la IA

Parece ser que el Papa está repensando el tema de su primera encíclica. Quizá verse sobre la inteligencia artificial, y esperemos que tal encíclica no vaya a escribirla la propia inteligencia artificial, que es la que ahora redacta los artículos de casi todos los periódicos. Una inteligencia que no ha aprobado la ESO, por supuesto. La iniciativa del Papa me parece tremendamente acertada, y subrayo lo de tremendamente, porque la inteligencia artificial nos introduce otra vez en un neotremendismo. No vemos mal que Pascual Duarte o que el Mersault de Camus lleven un teléfono móvil en el bolsillo que les diga que no sean ellos mismos. Así de simple. Creo que el acierto de esa encíclica, si al Pontífice le preocupa ese tema, consiste en que, por primera vez la encíclica de un Papa tratará un tema humano. No cristiano, sino humano. Ya era hora de que la iglesia sobreponga lo segundo a lo primero porque, en efecto, es necesario diferenciar la verdad de la mentira, que es lo que ya empieza a difuminar la inteligencia artificial.

            Resulta curioso que un Papa aborde el tema y establezca seguramente una serie de prevenciones contra él. En cualquier caso, esas prevenciones llegarán tarde. Se ha pasado el momento de la prevención. Sólo queda el de la curación o, si se quiere ver así, el de la toma de conciencia. Es como la pregunta de cuándo echar herbicida en el campo, si al principio de la primavera, o cuando haya una selva habitada por el protagonista de Jumanji. Cuando esa encíclica llegue, ya no sabremos leerla. Primero la educación, y después las redes, nos han quitado esa facultad, la de leer, la de interpretar en lo escrito nuestro propio papel, o nuestro propio destino. Será la primera encíclica que caiga en mis manos, con un interés que nada tendrá que ver con Cristo, porque Cristo fracasó hace mucho tiempo, igual que fracasó el hombre. La última evidencia de ese fracaso es, precisamente, la inteligencia artificial. No es inteligencia, ni es artificial. Se trata de otro mecanismo para ampliar la obediencia. Será otra forma de que el poder no cambie de manos, es decir, de que siempre manden los mismos. Volveremos a ser conscientes de la libertad que nos dará perder nuestra libertad.

            Creo que este Papa va a sorprendernos. El contacto con la alienación, a través de la pobreza, en Perú, será una de las banderas de conquista que clavará en lo alto de la colina de la inteligencia artificial, una colina de momento inexpugnable. Ese será nuestro Iwo Jima, el del hombre, no el del cristiano, porque hace tiempo que el cristianismo no es más que otra obediencia. Todo lo que no se comprende lo es. Pero seamos optimistas con estos dos días más, en Castel Gandolfo, que va a tomarse el Pontífice para empezar o acabar su encíclica. Llegará a todas las catedrales, a todas las Conferencias Episcopales, a todos los departamentos de recursos humanos, pero no habrá nadie que la abra y la lea. Ya no hay manos para eso, ni ojos. Sólo una serie de máquinas que no se sentirán juzgadas, ni siquiera aludidas. La encíclica será remitida al cielo, donde San Pedro la descargará en la red para que nos libre de virus. Entonces sobrevendrá el Juicio Final, con San Juan como publicista neocon, porque resultará que el virus somos nosotros.

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