Atracón, Douglas Coupland

Acabo de despachar un libro de un escritor canadiense nacido en Alemania, el primero que habló hace años de la llamada Generación X (los nacidos entre 1965 y 1981), es decir, casi la mía. Tampoco él pertenece a ella, por tener un año más que yo, pero es uno de esos escritores que retratan muy bien todas las carencias y patetismos americanos, especialmente estadounidenses, que son infinitos, igual que lo que el hombre es incapaz de comprender. El libro se titula Atracón (Alianza voces, 2024, pero escrito en 2021), y es un conjunto de 60 piezas cortas que no son cuentos, sino pequeños textos más semejantes a facetas de lo que los norteamericanos, incluidos los canadienses, suponen sobre sí mismos. Podría ser una novela, porque a menudo la novela sólo es algo que crece con elementos disparejos, pero que se encaminan al mismo lugar. En cuanto a los temas, como he dicho, son los mismos -a menudo explícitos hasta la parodia- que tratan los escritores norteamericanos para mostrar al mundo que pueden no ser gente tan rara como muestran sus creencias, sus actos, su mentalidad y la forma en que se contemplan en los espejos.  Atracón ha tardado en aparecer casi diez años, desde la publicación de la anterior obra de ficción de Coupland (Worst. Person. Ever). Su motivo más representativo es el impacto de las nuevas tecnologías en la clase media que él representa, y la evidencia de que a menudo tener un ordenador nos lleva al desorden.

            Quizá la visión que arroja el libro sea lo suficientemente irónica para mostrar que el hombre occidental puede comportarse de manera crítica y casi objetiva, a pesar de las taras con que lo ha marcado la extraña civilización en la que vive. Los personajes son inválidos y piensan como inválidos. Son grandes soñadores, pero sólo alcanzan sueños asequibles. Están hambrientos de valores sólidos que únicamente pueden conseguir si abandonan sus principios. Piensan en una cuerda floja, y terminan cayéndose al abismo que el consumo mantiene debajo de nosotros. Hablan unos con otros como si pertenecieran a una asociación de mujeres y hombres maduros que han desperdiciado su juventud. No existe la verdad, ni existe la obligación ni la forma de encontrarla. Es decir, podrían retratarnos a todos si no tuviéramos los suficientes prejuicios a los que agarrarnos, y que nos mantienen en la ceguera.

            Además, Atracón es un texto que destruye muchas ideas convencionales, preconcebidas, esas que aglutinan las bases de una clase social, o una edad determinada, o los defectos que llevan a la gente a equivocarse. Lo que nos dice Coupland es que todos construimos nuestro propio infierno, aceptando los de los demás. Es esperanzador que así sea, porque al menos somos autores de algo. Se trata de un libro de ejemplos, aunque a menudo el lector no sabe de qué. Si tenéis un fin de semana para recabar información sobre lo que no debéis hacer en la vida, leed este libro. Daos este atracón. Proporciona buenos consejos no sobre qué hacer, sino sobre qué no hacer. Por ejemplo, si os atropellan no os levantéis jamás, ni siquiera para insultar a quien os ha dado el golpe, porque si lo hacéis no podréis reclamar al seguro. “Lo único interesante de mi vida sería mi muerte”, dice una de las pobres víctimas que retratan sus experiencias. Esta es la sociedad que nos acuna en su seno, arrasada por los coloquialismos, y a la que ya nos hemos acostumbrados.

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