La opinión pública

En España siempre ha habido una opinión pública, pero nunca se ha sabido dónde está, ni en quiénes reside. El público ha puesto tanta confianza en la política que ha permitido que la política lo condene al silencio. De modo que la voz del público ha dejado de ser opinión pública, y se ha vuelto la voz de los partidarios, o de los opositores. La opinión pública no es libre en España, porque cuando lo es se burlan de ella en la televisión, en los periódicos de una y otra calaña, y también en el catecismo. Toda contestación, toda reacción aquí va contra la política de unos, o de otros. El 15-M fue libre, y acabó convertido en un partido político, que es lo peor que le puede pasar a la libertad, porque cae en las garras de jefes de campaña que le quitan el pasaporte y la meten en un lupanar. También es libre cuando protesta contra los precios de la vivienda, contra la corrupción, contra la degradación programada de la educación y la sanidad públicas, contra las corporaciones travestidas en órganos de comunicación y las autarquías travestidas en partidos políticos.

            Aquí la política lo perdona todo, mayormente el dinero que reciben los millonarios y que pertenece al pueblo. Así que ahora resulta que la opinión pública es sólo una suposición. Doce años después del movimiento “Rodea el Congreso” se monta el juicio donde va a juzgarse a los que convirtieron un movimiento legítimo y mayoritario, supuestamente, en un acto violento originado por simples peones. Lo de siempre. En España hay gente a la que le interesa que todo se convierta en violencia. Aquella protesta, y el proceso penal de ahora son hechos que representan lo alejada que está la política, en este país, de los ciudadanos. A mi juicio, eso es lo importante.

De modo que la opinión pública, sintiéndolo mucho, es sólo un conjunto de opiniones privadas. Nadie se une y, si se une y conforma un parecer mayoritario, ese parecer jamás tendrá un portavoz en nuestro Congreso. Digo nuestro, aunque represente a otros. En España sólo ha habido un par de ocasiones en que las multitudes se han unido. Una, para morir de espaldas a las tapias de los cementerios. Otra, cuando creímos que la Reforma Política llevaría ante la justicia a los que cometieron aquellas atrocidades. Esa fue la gran incapacidad de la democracia española, que hemos estado pagando durante cuarenta años, los mismos que duró el franquismo. La opinión pública todavía tiene demasiados infiltrados del bando de la represión. De hecho, la libertad es una palabra que ya apenas se utiliza, como se utilizó en los últimos años de la década de los 70. Entonces había ilusión. Se creía en la justicia. Ahora, como dice Bob Dylan, Thing have changed.

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