Algo ocurrió en el camino hacia el cielo

El subtítulo que puso Dorian Astor a su libro sobre Nietzsche me parece muy ilustrativo de cómo ha evolucionado la situación política española desde que llegamos a la democracia: Nietzsche. La zozobra del presente (Acantilado, 2018). Parece un titular. Nietzsche ha sido capaz de ponerle titulares a todo el siglo XX, y hasta puede que el único titular sea él mismo. No obstante, en esta entrada al blog no voy a hablar de filosofía, sino de las relaciones entre lo que han hecho los políticos de este país y la sociedad que los ha votado. Cuando llegó la transición todo parecía indicar que íbamos hacia una socialdemocracia, es decir, un sistema en el cual lo que se pretendía es que hubiera una compensación distributiva, tanto económica como de derechos, que los españoles nunca habían tenido anteriormente. Incluso hubo gestos esperanzadores: la ley del divorcio, nuevas relaciones laborales, y otros tan desaforados como la existencia de 17 democracias diferentes que han ido diferenciándose cada vez más. Todo parecía encaminado a conseguir, en las clases menesterosas que formó el franquismo, que la gente viviera dignamente: que tuviera un hogar y que pudiese ir de vacaciones a un lugar que no fuera El Jarama.

            Podría definirse al político español como alguien con el poder de dar, y también de quitar, pero el de pensar es pedirle demasiado. Los socialistas, a comienzo de los 90, fastidiaron la educación: había que entrar en la escuela para tener derechos, no para aprender. Eso nos ha llevado a algo que ya no es la escuela, sino un salón de billares y máquinas de marcianitos en los que todos los niños llevan móviles para grabar las barbaridades que ellos nunca cometen. Después llegó la ley del menor, que supuso que si un chico de quince años mataba a su padre, era culpa de su padre. Después llegó la derecha, que nos metió en la guerra de Irak, con lo que ello trajo después, y eliminó la desgravación por vivienda, que fue la ley más equitativa, la más imprescindible de las que habían salido de ese nido del cuco sobre el que siempre vuela alguien, llamado parlamento. Ahora, por fin, se ha conseguido que los pobres y la clase media no puedan tener una casa, y si aspiran a tenerla, que haya que pagar una enorme cantidad de impuestos por esa aspiración. Hemos iniciado una etapa de zozobra de la que no nos distrae ni el Pasapalabra. Vamos a tener, para tranquilizarnos, que volver a Nietzsche.

            Las socialdemocracias están cambiando, o muriendo, en Europa. ¿Por qué? Porque los políticos están consiguiendo privatizar los impuestos. Esa es su misión. El gran negocio del partido que triunfa en un plebiscito es administrar un capital que le viene dado, y lo administra como una empresa privada. Menos ayudas a la vejez, menos sanidad, menos gastos para el bien común, menos de todo lo que es gratis. Los impuestos, ahora, son para las corporaciones que están detrás de los partidos. Una inversión limpia. Lo ocurrido en la pandemia es buena prueba de ello. Igualmente ha desaparecido la justicia, demasiado politizada, y los medios de comunicación, que ya no comunican nada, hasta se equivocan en los vaticinios del horóscopo. La política se hace contra el ciudadano medio desde hacer mucho tiempo. No puedo creer que en este país el problema de la inmigración sea más importante que el de la vivienda. Conozco a muchos chicos que estarían encantados de compartir piso con un senegalés, pero aunque entraran doscientos senegaleses en el piso, vendiendo bolsos de Vuitton, no tendrían dinero para pagar al casero. Así que la estadística ha sido también falseada. Algo le ocurrió a nuestra democracia en el camino hacia el cielo. Tendremos que mudarnos a Somalia, no para vivir mejor, sino para estar más cerca de la verdad. Aunque sepamos que la verdad no importa, los piratas la tratan mejor que los políticos (no confundir con estadistas) de este país.

Deja un comentario

Blog de WordPress.com.

Subir ↑