Lecturas juveniles

Acaba de comenzar el curso, y en muchos departamentos de Lengua Castellana y Literatura se plantean qué lecturas obligatorias, u optativas, proponer para alumnos con edades entre doce y dieciséis años, es decir, los alumnos de Enseñanza Secundaria. Traigo aquí este debate porque el problema no es tan simple como parece, ni atañe sólo a un conjunto de especialistas -los miembros del departamento- que saben lo que hacen. Al contrario: en este tipo de decisiones se esboza todo el modelo de educación que padecemos en este país. La mayoría lo padecemos, por la razón evidente de que otros lo han perpetrado. En los años 90, el sistema educativo se convirtió en el antídoto de la delincuencia juvenil: la delincuencia dejó de practicarse en la calle y se llevó a los colegios. También fue la solución para los problemas mentales de la juventud. Los colegios los originaban y tenían que solucionarlos, así que terminaron convirtiéndose en consultas del Dr. Moreau.

            Frente a esta problemática creada por los políticos, siempre surgen, en los departamentos de Lengua Castellana y Literatura dos tendencias que parecen que se complementan pero, a mi juicio, son paralelas y nunca se tocarán. Una es la que aboga por libros sacados del canon, clásicos, o clásicos modernos. Otra aboga por dar a los chicos los libros escritos por la gente que sale en la tele, que la industria cultural impone con una propaganda sutil: los libros que todo el mundo debería leer, porque todo el mundo los está leyendo. Los padres están convencidos de que sus hijos no leen porque les imponen lecturas de otros tiempos, aburridas, donde no sale el Rey León, ni Harry Potter. El sistema educativo hace que el niño, y por tanto el adolescente, se aleje de Stevenson, de Hodgson, de Machen, de Lovecraft. Y no sólo el niño, también su profesor. Quizá alguien se pregunte por qué pongo ejemplos de la literatura anglosajona. Porque en la literatura española no existe la fantasía, y la literatura fantástica que escriben ahora los autores de treinta años es una repetición de lo que acaban de ver en una película que quizá haya dirigido Shin Chan.

Soy partidario de las lecturas avaladas por el tiempo, las del canon. Hay que ir a lo grande, esté donde esté. Cuando una madre venía a hablar conmigo porque su hijo no leía, siempre le recomendaba que le comprara El hobbit. Si no le gustaba El hobbit, jamás leería, cosa que tampoco supone problema alguno. Poco a poco, hemos ido abandonando lo grande, lo bien escrito, lo representativo, lo que contiene, en un sueño, o reflejado en los ojos de una pantera, aquello con lo que vamos a encontrarnos en la vida. Lo que nos lleva al conocimiento, puesto que la experiencia ya nos la impondrán las cabronadas que van a hacernos a lo largo de los años que vamos a vivir. Entre lo que le ocurrió a David Balfour cuando conoció a Alan Breck, en Secuestrado, de Stevenson, y lo que les pasa a los personajes de Blue Jeans, yo prefiero enrolarme en un barco, sin saber cuándo llegará la primera tormenta.

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