De todas las abominaciones a las que la política ha sometido a este país, la que más tiene que ver con el incierto futuro que nos queda es la educativa. Ante eso no podemos hacer nada, porque cada año que el sistema actual sigue vigente habrá varios en los que la recuperación será imposible. Dije hace poco que esta imbecilidad capital provenía de la izquierda. Elaboró un sistema de enseñanza culturalmente insostenible, un sistema que parecía una letra de reggaeton, y lo elaboró como experimento sociológico. Permitía sacar de la calle a delincuentes, a alumnos con problemas de integración y a gente a la que, sencillamente, jamás se le habría pasado por la cabeza estudiar. ¿Acaso supone alguna mejora obligarlos a que lo hagan? Al contrario: suponen la mayor cortapisa para que el sistema educativo sirva para lo que ha servido en los últimos dos mil quinientos años: enseñar y aprender. Si a una clase se le añaden cinco alumnos que no hacen nada, la clase no funciona. En cuanto a los inadaptados, son casos que quizá deberían recibir la ayuda que necesitan en otro lugar, no en las escuelas e institutos.
Y ahí siguen la izquierda y ahora, también, la derecha: manteniendo una enseñanza -por llamarla de alguna forma- en inglés como lengua vehicular, y apoyada por ordenadores. En Reino Unido, el menos unido de los reinos, y en Estados Unidos, los menos unidos de los estados, el español gana terreno al inglés. Sólo en España hace tiempo que lo pierde, gracias a los prejuicios de los politicastros que nos gobiernan. En España educan psicólogos, pedagogos, curas, informáticos de vario pelaje, teóricos de la conducta, gamificadores, asesores, empresarios, teólogos de la pérdida de tiempo y burócratas. Nunca los profesores, seguramente por el temor de los políticos a que los alumnos adquieran un verdadero interés por la lengua, las matemáticas, la biología o la historia. Como la educación está sometida a un proceso de constante actualización, han sido incorporados, como asignaturas, las redes sociales, YouTube, TikTok y la Liga de fútbol.
Las leyes educativas han desvirtuado de tal forma el espacio y el modo en que se enseñaba, que ahora aprender produce extrañeza. El partido socialista cambió conocimientos por derechos, a una edad en que los derechos siempre se tienen, y los conocimientos faltan. Recuerden que la adquisición de conocimientos es lo que suele dar sentido a la educación. No obstante, muchos alumnos han sido desposeídos de su oportunidad de aprender, hasta convertirse en gente que acosa en las aulas, y sigue en la ignorancia cuando sale de ellas. Ellos sí valen la pena, los que diseñan su educación no. En un país donde el profesor, el único que sabe enseñar, se ve relegado a pasar su jornada laboral rellenando papeles burocráticos, quizá sólo sea posible educar de una manera: contra la ley.