Venimos del mono, según Darwin. Nos separan de él un par de cientos de miles de años, quizá más. La evolución, hasta llegar al simio de Kafka, que en Informe para una academia relataba que había abandonado la simiedad -convirtiéndose así en hombre- por conveniencia, ha sido un lento proceso en el que el hombre resultante, como decía Ángel González, ha supuesto “el éxito de todos los fracasos”. En otras palabras: nunca ha existido evolución, sino asimilación. No tomamos decisiones, porque eso supondría diferenciarnos de los demás, sino que nos asimilamos, es decir, solicitamos a perpetuidad que algo a lo que no pertenecemos nos acepte, para así parecernos a los demás. Vivir es esperar esa respuesta, esperar a Godot.
Sin embargo tal proceso, a todas luces, ha llegado a su fin. Todo indica que la tendencia es volver al grupo de primates que vive en la selva, a la tribu. Estamos eligiendo que lo que nos diferencie como individuos no sea el cerebro, el raciocinio, el arte, sino la fuerza, lo que se acumula, no lo que se crea, y poco a poco se va imponiendo la aceptación, la obediencia, el determinismo, la filosofía genética, no la natural. No podemos escapar del circo en que la masa mata diariamente al individuo. Caín y Abel. Es la norma, lo notorio, lo que se propone con la obligación de que sea aceptado.
La evolución que nos ha separado del mono llegó hasta mediados de los años 90. A partir de ahí el hombre ha optado por volver al mono. Las habilidades tecnológicas, la gamificación que han prescrito en las escuelas son ejercicios para monos, para que el hombre deje de ser hombre e invierta esa evolución tan poco conveniente, tan poco rentable, y vuelva a abrazar la condición de simio. Hace poco cité un juicio de Benjamin: “El hombre se está preparando para vivir sin cultura”. Hemos de ir más allá: se está preparando para vivir sin pensamiento. Los modelos de imitación -los robots- ya están listos. La inteligencia artificial, también. El único consuelo que nos queda es casi chauvinista: que los plátanos que nos dejen en los comederos diariamente sean de Canarias. Al menos, las ganancias serán para nuestra tribu.