Europa

Parece ya evidente que Europa se ha equivocado de camino. Desde Maastricht, nos hicieron pensar que era necesario seguir dependiendo de los Estados Unidos. Europa debe mucho a los Estados Unidos. Fueron, en varias ocasiones, los que nos libraron de nuestros fantasmas, pero a cambio destruyeron, con el neoliberalismo, la propia realidad europea. Podríamos decir que por causa de este modelo económico tan absolutamente limitado -tanto que es una especie de idiotez-, el mundo ha renunciado a su futuro, a seguir existiendo, literalmente. La forma en que el neoliberalismo explota los recursos y reparte los beneficios supone una renuncia al ser humano. En Maastricht fue lo que Europa hizo: convertir un continente donde las ideas habían sido lo más importante en otro al que lo único que importa es ganar en una carrera que no es la suya. En su libro La Europa encadenada, Sami Naïr critica que la principal institución europea, actualmente, sea un banco, el BCE, un banco que no ayuda a las personas, sino sólo a los bancos que adquieren el poder de rechazar esa ayuda, o no. La ampliación de la Unión Europea se hizo no pensando en lo que siempre nos ha caracterizado, la cultura, sino en crear un conglomerado económico que luchara por el poder con países que nunca han tenido en cuenta los derechos humanos, no sólo laborales.

            La ampliación hacia el este, que nos ha cargado de deudas, también ha decepcionado a los países del Este, con los que el neoliberalismo se ha cebado especialmente. Ya lo analizó, en su momento, el politólogo Ivan Krestev. Cada vez hay menos gente feliz en Europa, por causa, una vez más, de la forma en que se explotan los recursos y se reparte la riqueza. Eso ha dado lugar al problema migratorio, aumentado por la inexplicable distancia que hemos interpuesto con Rusia, pese a Tolstoi, a Dostoievski y a Hitler, en contrario sentido. Ahora el neoliberalismo de Trump nos insta a que gastemos más en defensa y, en efecto, deberíamos hacerlo, pero no para defender nuestras fronteras, sino nuestras ideas. Europa debería ser una institución educativa, no económica, o no sólo económica. Nos hemos convertido en un jodido banco que no concede préstamos a la gente. La economía siempre decepciona, pero la cultura y el modo de vida son elementos idóneos para convertirnos en un lugar verdaderamente envidiable.

            No podemos evitar tener que ser competitivos en el mundo, pero lo primero es salvaguardar lo que nos ha hecho como somos. Salvaguardar los derechos, la cultura, el humanismo y la solidaridad. La cultura contiene todo eso. Quien no entienda esto, que vuelva a leer a Platón. Ganemos la guerra y, una vez ganada, salgamos a combatir, como decía Sun Tzu. Hay que repensar Europa y, por supuesto, el mundo. El pensamiento es lo verdaderamente geoestratégico. Es preciso ser más autosuficientes, aunque tengamos que vivir todos junto a un silo atómico. Eso no sería culpa nuestra, sino la consecuencia de lo que deciden otros. Hemos de volver a lo que éramos, recuperar las raíces europeas. Seamos una Atlántida donde se refugien, antes de ser destruida por el mar, los sueños del resto del mundo. Volvamos a vivir, como en época de Galileo, como en la de Keats, en un campus universitario. ¿No les parece bonito?

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