El fantasma de Pepe Mujica

La política murió hace mucho tiempo en el mundo, casi desde el momento en que la gente dejó de interesarse por la sociedad en que vivía, y sólo le importó ella misma, su salvación, normalmente representada por la riqueza. Buena prueba de ello es que Putin, Netanyahu, Trump, mandatarios de países importantes, gobiernan con esos esquemas. Por eso Mujica dejará una huella que irá borrándose, pero constituirá una narración a la que seguramente tendremos que volver: la del joven convertido en guerrillero que llega a ser presidente sin abandonar las ideas de un guerrillero. Igualdad, justicia, sentido común y la idea de que gobernar ha de ser un servicio público. Cierto: fue marxista, anarquista, soñador. Sabemos lo que esas ideas han supuesto para el mundo, pero: ¿alguien las ha visto convertidas en un sistema político? Por favor, no me hablen de Rusia. La Rusia stalinista fue la misma dictadura que la de Putin, con las mismas ideas y con muchas más víctimas. Por la historia rusa nunca ha aparecido la democracia. Todo hombre, en algún momento de su vida, se ha visto arrastrado por las ideas. Las ideas, a veces, son nuestra perdición, o nuestra debilidad. Al menos, antes había ideas. Ahora sólo hay dividendos.

            Mujica representa a ese político que quiere que los demás sean felices. Casi consiguió legalizar la cocaína. A principio de los 70, cuando a Kissinger se le metió entre ceja y ceja implantar dictaduras en muchos países sudamericanos, Mujica, como guerrillero, tuvo que luchar contra el terrorismo de estado. Los estados siguen haciendo lo mismo, pero ahora a escondidas, y obedeciendo órdenes que nada tienen que ver con la democracia que los ha elegido. Cuando fue presidente de Uruguay, de 2010 a 2015, siguió viviendo como un sin hogar, aunque lo tenía. Quizá para dar ejemplo. El ejemplo en la política es importante, sobre todo si lo que se ejemplifica es la verdad. Mujica fue ejemplo de muchas cosas, pero su actitud fue tan excepcional que cuando dejó la presidencia todos pensamos que padecía síndrome de Diógenes. “El tipo que quiere dinero, que salga de la política”. Él mismo se denominaba neoestoico, o panteísta, y lo que más deploró en su vida es que los años que pasó en la cárcel fue un tiempo sin libros.

            Frases como: “La gente no compra con plata, compra con el tiempo que tuvo que gastar para tener esa plata. No se puede despilfarrar ese tiempo, hay que dejarle tiempo a la vida” son todo un alegato contra la vida que impone el sistema económico que tenemos. No es la frase de un político, ni siquiera la de un político anticapitalista, sino la de un vividor, un antisistema. El único consuelo que deja su muerte, a los que estamos convencidos de vivir en una granja de gallinas, es que Pepe Mujica se convierte en el recuerdo de un hombre que pasó por la política y no se corrompió. Una forma de corromperse en política es dejar de pensar en los que te han votado. Hay otra: representar capitales, corporaciones, no ciudadanos. Mujica pertenece a un siglo que sedujo a mucha gente con idealismos falsos, idealismos que fueron utilizados para conseguir objetivos diferentes de lo que pregonaban. Mujica pasó por todo eso, y creo sinceramente que sorteó bien esa trampa. Gracias a él sabemos que la democracia se debe a un pueblo que hay que gobernar. No es obligatorio traicionarlo.

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