Vuelta a la posguerra

El maniqueísmo español está llegando al lugar que deseaba: al maccarthysmo, a la supervisión ideológica, al antagonismo político preconcebido, a la censura de oficio por parte del poder. Ocurre en casi todas las comunidades autónomas, pero sobre todo en Madrid. Y ocurre, sobre todo, en la universidad pública. Es la primera vez que un gobierno pone trabas a la financiación de un ente público esencial porque cree que se trata de una fábrica de gente ideológicamente contraproducente. Los rectores de las universidades públicas madrileñas denuncian que Ayuso, el tamagotchi de Esperanza Aguirre, restrinja la financiación hasta ponerlas al borde de la ineficacia. Claramente, lo hace por causas ideológicas. Es una estrategia muy propia del fascio de este país: volver a los represaliados de la posguerra, en la que muchos maestros fueron llevados al paredón, o apartados de su profesión, por ser considerados nostálgicos de la República. Todo en Ayuso es anti-rojez. El rojo es el único color que tiene prohibido en los belenes que inaugura.

            Volvemos a la posguerra, esta vez votada democráticamente, porque también hay nostálgicos de la Dictadura. Es una pena que la canción protesta haya muerto. Ahora haría más falta que nunca, en lugar del reggaetón, pero es cierto que las protestas resultan ya incomprensibles: para hacerlas son imprescindibles cierta conciencia social, cierto deseo de justicia, porque lo que supone mantener la universidad pública es que los pobres, aunque sean inteligentes, puedan llegar a médicos y arquitectos y filólogos, igual que los ricos. Ayuso quiere acabar con la universidad de los perroflautas, para que sólo los que detentan el bien, es decir, los que tienen pasta, puedan ir a Harvard.

            El propósito de estos recortes es la venganza. Ayuso ahoga a las universidades públicas para paliar que haya dinero de los impuestos, en el resto del país, que vaya a parar a gente que no lo merece. Estamos, de nuevo, ante una política que no contempla el bien común, sólo el de los depositarios de una ideología determinada. Madrid es la comunidad con mayor renta per cápita de España, la comunidad en la que el capital recauda más en plusvalías, la comunidad en la que sólo se gana dinero si se tiene dinero, y a Ayuso le parece mal que la gentuza, los que sólo poseen una cabeza sobre los hombros, tengan derecho a convertirse en iguales que los que lo han heredado todo. No cabe duda de que hemos vuelto a la lucha de clases, aunque de momento sólo lo sepan los que tienen piso propio en Madrid.

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