La actualidad

A menudo tenemos la impresión de que la actualidad es una fotografía, sólo una imagen detenida y bastante retocada, que lanzan desde un futuro distópico para enseñar a ese público la falsedad que se puso en práctica a comienzos del siglo XXI. Falsedad o distorsión -viene a ser lo mismo-, porque todo es un gigantesco engaño. No creáis que la llamada actualidad es ese primer plano secuencia de 27 minutos de Salvar al soldado Ryan. No, no hay movimiento en lo que nos enseñan. No hay verdad, aunque todo tenga la marca de la urgencia y el estrépito. Sólo es una sucesión de momentos sometidos al mismo montaje de las películas, en las que sólo aparece lo que el director quiere que veamos. Hemos abandonado en el pasado el túmulo de la imaginación. Para ir a visitarlo, con un ramo de flores, hay que dejar de ser lo que se es en la actualidad, ya que el presente nos ha despojado de la experiencia, de lo que hemos aprendido. Ya no sirve.

            Hay una parte de la literatura de ciencia ficción que afirma que el futuro será distópico. El hombre tal como lo conocemos está en trance de desaparecer. Además, parece indudable que, como adelanto, es el presente lo que ha adquirido rasgos distópicos. Entramos en esos mundos que planteó Buero Vallejo en El tragaluz, o en La fundación. Maravilloso profeta, Buero. Supo expresar cómo, durante la dictadura franquista, se entrelazaban las apariencias y la realidad. En la España del momento ocurre lo mismo. Existe algo realmente represor en el momento que vivimos, que emana de la propia democracia, que la democracia sufraga y a lo que la democracia da carta de naturaleza. Las apariencias no se corresponden con la realidad. Ni los periódicos, ni nada de lo que nos llega de las instituciones concuerda con lo que vemos.

            ¿Y qué vemos? Una política fallida, una absoluta ceguera a la hora de plantear el bien común, una falta de lógica y de interés en todo lo que debería ser la igualdad, una decadencia hasta bienintencionada de la justicia, una vulgarización de la cultura, que debería servir para fabricar ciudadanos con criterio, gente consciente de lo que ocurre y con capacidad para cambiarlo. Todo eso se viene abajo con las democracias, incluida esta. Vivimos la democracia más ilusoria de Europa. Una simple apariencia, una mentira, escrita al derecho o al revés. Los encargados, por definición, de romperla en pedazos, de denunciarla, se han vuelto nomófobos y machistas, acosadores, o víctimas de acosadores. Nuestra juventud. Escuchan reggaeton y van al cine a ver Robot salvaje, una película tierna donde las haya. Para ver, aunque sea de lejos, lo que es la esperanza, hay que pagar una entrada. No nos queda otra.

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