Rearmar Europa

Se supone que la política internacional ha estado globalizada desde que se inventó, y ha constituido un equilibrio donde los países, aisladamente, han ocupado su lugar en los intercambios y la distribución de beneficios, hasta crear el estatus actual. En principio, ese lugar estuvo marcado por las leyes comerciales. Ahora, desde que Trump llegó a la Casa Blanca, el comercio se ha vuelto política pura, y ya no se reparten beneficios, al menos en Ucrania, sino despojos. También en Palestina. Es comprensible que EE.UU. no quiera cargar con el peso de la OTAN, y que intente obligar a Europa a rearmarse. Es lo que Europa debería hacer, hasta conseguir la no dependencia de EE. UU. Porque Ucrania está en Europa, o casi, y Trump se dispone a ceder a Rusia algo que no tiene derecho a ceder. Al menos, Europa no debería permitirlo. Ningún país está preparado, actualmente, para iniciar una guerra, porque lo que se consigue está muy por debajo del sufrimiento que ocasiona. Pese a ello, las guerras se han iniciado, y no es posible acabarlas de espaldas al derecho, que es lo que Trump pretende.

            Vance, su vicepresidente, acusa a Europa, en la Conferencia de Múnich, de estar perdiendo sus valores, puesto que al parecer existe también una globalización de los valores en el mundo. Esta globalización consiste en que todos nos comportemos como si fuéramos los únicos elegidos por Dios, igual que los puritanos multimillonarios, como le ocurre a Trump. La vuelta a Dios siempre es sospechosa, porque permite no justificar nada. Las declaraciones de Vance, al menos, han puesto a Gran Bretaña de nuestro lado. Ha sido un momento especialmente emotivo, una especie de reunificación, después del brexit, parecida a la de Garibaldi. Los reproches que Vance lanzó en la Conferencia de Múnich se referían a la inmigración, en la cual Europa ha sido demasiado generosa (habría que recordar a los norteamericanos que ellos no se caracterizan por ser una raza que represente la pureza étnica, aunque intenten llevarla a cabo dentro de su país), y a la libertad de expresión, en la cual no estamos a la altura de los EE. UU., porque sin duda aquí no se ponen tantos mensajes en boca de Dios. Somos dueños de una historia estética que nos garantiza que cuando no tenemos libertad para expresarnos es porque la sacrificamos por un buen endecasílabo.

            Así pues, Trump ha reinventado a Europa. Su enemigo natural no es Putin, sino Europa, que le hace gastar tanto dinero, y es así porque a ningún otro presidente se le había ocurrido nunca esa idea. Sólo a él. Ahora tenemos enemigos en el este y en el oeste: dos falsas democracias que nos agreden, de palabra y de obra, porque no les gusta el Siglo de Pericles. Prefieren el oscurantismo medieval. A Europa le quedan dos opciones: o rearmarse contra Putin y también contra Trump, o esperar pagando aranceles a que a Trump no se le ocurra cambiar la ley americana y presentarse a las elecciones por tercera vez. Trump es un purgatorio. Mirémoslo así, y aprovechémoslo para salir de la OTAN y defendernos nosotros mismos, aunque tengamos que gastar en armas lo que gastamos en parlamentos. Como europeos, hemos de revisar nuestras alianzas y no comulgar con ruedas de molino. Lo primero y más importante: permitir que Ucrania esté en la mesa de póker donde se decide su futuro, aunque Trump y Putin lleven las mejores manos. Europe, first.

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