He leído estos días dos libros muy relacionados, que me parecen luminosos. Uno amplía, o convierte en carta de navegación, lo que dice el otro. El primero es una relectura: la deliciosa entrevista que Bill Moyers le hace a Joseph Campbell en Skywalker, en rancho que George Lucas tiene en California, y que se filmó para televisión. Campbell fue uno de los últimos y más completos humanistas de nuestra época, quizá sólo comparable a MacLuhan, o a Lipovetsky, aunque de miras bastante más amplias, fallecido en 1987. El libro se titula El poder del mito, y trae a colación muchas de las conclusiones a las que Campbell llegó en su libro más importante: Las mil caras del héroe. En él explica hasta qué punto los argumentos actuales de las novelas y películas, desde hasta La guerra de las galaxias hasta las interminables venganzas de los Schwarzenegger, Stallone y Statham son variaciones de los temas mitológicos de siempre, sólo que sometidos a piadosas revisiones o a simples reloaded. En otras palabras, el cine, la literatura se mueven siempre sobre los mismos raíles, siguiendo los mismos esquemas. Incluso cuando tratamos de ser originales, conectar con el sustrato mental de la sociedad supone utilizar la misma base, los mismos planteamientos que Homero.
Es lo que desarrolla el segundo libro al que quiero referirme: El viaje del escritor, de Christopher Vogler, gran admirador de Campbell y un autor consciente de que está divulgando sus descubrimientos. El hombre no puede vivir sin héroes. Nuestras vidas son tan ordinarias que tenemos que recurrir al héroe. No para identificarnos con él, sino con la relación que él tiene con lo que le ocurre, en parte porque lo que le ocurre nunca nos pasará a nosotros. Echamos en falta esa intensidad cuando vivimos, por eso el arte en general, y sobre todo la literatura, repiten una y otra vez estructuras míticas en sus argumentos, ya sean psicológicas, culturales o religiosas. Son las únicas identidades que nos sosiegan, y las únicas que tienen éxito. Vogler muestra las situaciones por las que cualquier trama ha de ir para que podamos formar, como lectores, parte de ella. Según Campbell una sociedad necesita héroes porque necesita imágenes fijas, como los marineros las estrellas. Son ellas las que pueden constituir guías. El problema de los tiempos actuales, de la juventud actual, es que ha crecido sin iniciaciones. Esto lo avanzó ya Pasolini en las últimas entrevistas que le hicieron: el problema de los nuevos tiempos (1974) es que la juventud no tiene necesidad de que nadie la inicie en la vida. Cierto: cualquier joven cree saber tanto como sus maestros, sólo porque tiene a mano internet. No necesitan los cuentos que los abuelos les repetían, los cuentos de siempre. Los han remplazado por las imágenes desbocadas de internet, que todo el mundo comprende en profundidad con el dedo índice.