620 años después de la primera feminista, y sólo cien años después de que las mujeres hayan empezado a conseguir una equiparación real de sus derechos con los de los hombres, el mundo sigue siendo machista, y quizá las mujeres constituyan un importante porcentaje del colaboracionismo que ha hecho que el machismo siga imperando. Christine de Pizán, la primera feminista, nunca luchó contra los hombres -eso era generalizar vanamente-, sino contra la misoginia, tanto si ésta formaba parte de la mentalidad de unos cuantos como si eran todos los que pensaban que algo en las mujeres, quizá su derecho a ser como los hombres, las ponía por debajo de ellos. En su obra La ciudad de las damas (1405) Pizán sostuvo que los derechos que la mujer merecía eran muy parecidos a derechos humanos. El feminismo era una propuesta de liberación mental. Se han conseguido logros, sobre todo en la vida pública. En la intimidad del hogar la igualdad está lejos de conseguirse, pero la solución a esa cuestión seguro que no pasa por lo que el llamado feminismo woke está tratando de imponer. Este feminismo parece algo vacío, es un feminismo de apariencias al que lo único que le importa es que un plural formado por los dos sexos no termine en o, sino en e.
Los hombres no nacen machistas. Lo son por incultura, y las mujeres confunden el feminismo con una guerra sexual también por incultura. Cierto que la cultura es parasitaria, y es posible que impida la verdadera libertad de pensamiento. Lo woke incluso piensa que sólo crea élites. Puede que todo esto sea cierto, pero prefiero la cultura a la imbecilidad televisiva y a lo políticamente correcto. Las mujeres merecen ser en todos los ámbitos iguales a los hombres, incluso estar por encima, dado el enorme periodo histórico en que han sido subestimadas, y de hecho esa igualdad se está consiguiendo, porque es inevitable. El enorme poder que tiene cierto tipo de industria, la dirigida a los hombres, lo que hace es utilizarlas para conseguir de los hombres lo que estos pueden dar. Si una mujer aparece en el anuncio de un coche para hombres, lo ideal sería que los hombres superasen el elemento sexual y vieran si el coche les interesa o no. Esta es una buena muestra de la mentalidad machista, siempre económica.
Ahora una crítica, basada sólo en la esperanza. Las mujeres que consiguen poder, económico o político, lo hacen en un mundo de hombres, utilizando una escala hecha por hombres, y adaptándose a una mentalidad que desprecia lo que ellas mismas podrían aportar. Están dentro de un sistema que, en cierto modo, reproduce lo que siempre han querido conseguir de los hombres en la sociedad. Transmito desde aquí el deseo de que, una vez que sabemos que las mujeres podrían mejorar el mundo, una mejora que los hombres no han conseguido desde que murió Dante, deberían luchar por hacer un mundo distinto. Poco a poco, el machismo desaparecerá, porque los machistas están muriendo generación tras generación, pero para conseguir ese relevo es necesario que la mujer adquiera en la educación, y en la cultura, lo que las distingue de los hombres. Necesitamos, ahora más que nunca, que la mujer empiece a resolver problemas a su manera. Necesitamos no poner los ojos en Christine Lagarde, sino en Jacinta Ardern, la primera ministra neozelandesa, o Kristin Jacobsdottir, primera ministra de Islandia, o Sanna Marin, de Finlandia, por aportar algunos ejemplos. Son precisas nuevas formas de hacer política, y de hacer economía, más cercanas a los que conforman la democracia, es decir, al pueblo. Es necesario tener a la gente más en cuenta, si no la política no sirve para nada. Estoy convencido de que eso, hoy día, sólo pueden conseguirlo las mujeres. El mundo, y hasta los hombres, lo merecen.