La parálisis atómica

Con el envío de Putin de un misil balístico, sin carga, para que la civilización se dé cuenta de que quizá morir sea una alternativa al aburrimiento de vivir en paz y pensar, pasamos a un estado nuevo en lo que ha sido la construcción de Europa: la vuelta a la guerra fría, ahora no tan fría.  Un nostálgico del imperio ruso, no sabemos si el de los zares o el de los bolcheviques, impone sus nuevas condiciones con las armas nucleares. Sabe a lo que juega. Ha estado amenazando con la fisión del átomo desde que invadió Ucrania. Y tiene la sartén por el mango. Aunque sea de espaldas a su pueblo, y ante la imposibilidad de una conquista por otros medios, las armas atómicas con que nos amenaza son las cuchillas con que Eduardo Manostijeras cortaba las flores del jardín.

            Volvemos al equilibrio del terror, o mejor, a la parálisis del terror. El resto del mundo no tiene forma de reaccionar, como no sea con más armas atómicas. Al final de la guerra fría se supo que había en el mundo un número tal de misiles que podían destruir el planeta siete veces, así que el número ya no importa. Lo único que importa es aquella conclusión a la que llegó la película de los 80, Juegos de guerra: La única forma de ganar una guerra nuclear es no empezarla. En otras palabras, Putin sabe que si destruye Europa, también él, y su país, quedarán reducidos a polvo. ¿El fin del Homo sovieticus? También el fin del Homo europeus. Todo para conseguir la mitad del país libre que era Ucrania. ¿Será esa la contribución de Putin a la historia?

            El hecho de que la historia moderna haya llegado a este punto es bastante deprimente. Algo hemos hecho mal. Creo que, de nuevo, el error radica en la clase de democracia que hemos fabricado, y en la forma casi gratuita en que puede transformarse en una autocracia. Se vio en Rusia, se está viendo en EE.UU. También en algunos países de Hispanoamérica. Es posible que el hombre no esté preparado para tener principios morales, o al menos para construir sociedades lo bastante críticas para controlar al poder político. Tampoco está preparado para hacer convivir el bien común con los intereses individuales. ¿Qué significa esto? Quizá que la política es una ciencia, o un arte imposible. Quizá también sea una convención imposible que impide cualquier contrato social. Frente a todo ello, el poder resulta más seductor. A quien le parezca ingenuo lo que digo, que piense en lo ingenuo que es morir en una guerra. Muchos ucranianos ya han muerto. Además, lo preocupante de la situación actual es que no tenemos referencias, ni podemos imaginar qué carajo piensan los rusos. Precisamente en eso consisten las dictaduras.

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