Los tiempos que vivimos me recuerdan aquella vieja canción de Kansas, quizá la más bella que se haya compuesto: “Dust in the wind”. Una canción que jamás morirá, aunque ahora nada permanece. Ese es el carácter de nuestra actualidad: es polvo en el viento. Nada va más allá de un click. Tampoco se escucha música, sólo una continua y malsana repetición que semeja un lavado de cerebro. Hace tres días se dio a conocer el resultado del IX Informe FOESSA, elaborado por Cáritas, cuya conclusión es que la juventud española, que pensaba que tenía un futuro, está muy lejos de tenerlo. No sólo eso: ya parece hasta incapaz imaginarlo, o de soñar con él. La juventud siempre ha vivido en el futuro. A la actual se lo han robado. Según el informe aludido, los jóvenes no cuentan en el modelo socioeconómico actual. Los que nacieron a partir del 1996 no han hecho más que sufrir decepciones, y lo malo es que los que hemos precedido a esa generación tampoco hacemos mucho más que mirar, sobre todo los políticos del Gobierno y de todas las demás facciones. De hecho, los políticos han dejado de pertenecer a una facción u otra, ahora pertenecen a una especie distinta. En cuanto a los jóvenes, los caseros les cobran alquileres estridentes, y la educación los ha tratado como a perros de Pavlov. ¿Cabría esperar que el Parlamento español luchase por proporcionarles las condiciones necesarias para que pudieran soñar con un proyecto de vida? Esta política no tiene siquiera el poder de darles falsas esperanza.
Según ese informe, el código postal y la herencia familiar pesan más que la capacidad y el esfuerzo. En EE. UU., el país de la igualdad de oportunidades, ocurre lo mismo. El pobre seguirá siendo pobre, haga lo que haga. El rico seguirá siendo rico, aunque no haga nada. Hemos copiado la desigualdad de la sociedad menos libre que existe. ¿Capacidad? ¿Mérito? ¿Trabajo? La derecha española siempre se ha reído de esos conceptos. La izquierda no. La izquierda directamente los ha despreciado, mediante una educación en la que, te acosen o no, sales sabiendo tanto como el más torpe de la clase. El joven que intenta formarse va directo a un mercado de trabajo en el que no obtendrá siquiera para alquilar una vivienda y fundar una familia. A partir de ahí, comer es un lujo. Pensar, también. No se trata de problemas importantes para la política. Al menos, esa es la conclusión que hay que extraer del hecho de que nadie los afronte. Afrontarlos supondría descuidar la lucha política, que es lo que realmente proporciona escaños.
Toda esta situación produce un malestar que induce a un error facilón: la creencia de que volver a la España franquista es la única salida. El hecho de que cada vez haya más jóvenes de derechas -y hay que recordar que ya no existen en este país dos derechas, una moderada y otra radical- es sólo un síntoma de desencanto, y una evidencia de que acabar los estudios universitarios convierte a cada joven con toda la vida por delante en un hombre de Alcatraz. La libertad y la igualdad son sólo publicitarias. Menos mal que siempre hay un tipo con esvástica que repite todo lo que la democracia hace mal. Y el problema estriba en que parece -sólo parece- que no merece la pena hacer nada por que sea una verdadera democracia.
Publicado en el diario HOY el 8 de noviembre de 2025