Ayer publiqué en este blog una entrada sobre el significado que tendrá la IA en nuestras vidas. Hoy quiero referirme a un instante que, de momento, pertenece a la ficción. Y al futuro. Ese instante se halla contenido en la novela que acabo de publicar, acerca de un problema que sin duda nos espera: establecer la distinción entre los seres humanos y las máquinas. De momento la sabemos, pero ¿hasta cuándo esa distinción será clara, sobre todo para los humanos? La novela se titula La imitación (De la luna libros), y sus diez primeras líneas son un homenaje a la primera escena de Blade Runner, la película de Ridley Scott basada en una novela de Philiph K. Dick. Creo que la película es mejor que el libro, a pesar de que no existiría sin ese texto literario. La imitación es una novela dialogada en su totalidad, y confío en no equivocarme si digo que es la primera que se ciñe al desarrollo de un test de Turing. ¿Quién pregunta y quién responde? ¿Qué es lo que persiguen tales preguntas y respuestas? Esa es la incógnita, y confío en que el lector se sienta identificado con el resultado, si es que el lector sabe si él mismo es una persona o una máquina. Tal como va el desarrollo de los acontecimientos marcados por la evolución de la inteligencia artificial, pronto perderemos las certezas sobre esa distinción.
Por tanto, lo que cuento podría ser un libro de autoayuda. Para humanos y para máquinas. También una guía para mirarse al espejo. El humanismo está en crisis desde hace mucho tiempo, pero nunca hubiéramos pensado que esto podría deberse a que no sabemos diferenciar verdades de mentiras, información de embustes. Ninguno importa ya, pero es preciso empezar a hacerse las preguntas pertinentes pues el mundo virtual, que es un mundo de ocultación, hará imposible distinguirlos: a las verdades de los embustes y a las personas de las máquinas. Entramos, igualmente, en una nueva clasificación del pensamiento y, por supuesto, de los presupuestos artísticos. Van Gogh podrá pintar cuadros a medias con Andy Warhol, y recitaremos biblias que, sin que lo sepamos, habrá escrito un algoritmo.
La imitación es un laberinto hecho para que el lector se pierda y se encuentre a sí mismo. Lo que halle dependerá de lo que tenga en la cabeza. Todos los libros son ya interactivos, teniendo en cuenta que la relación que establecemos con lo virtual es parecida a la de Alicia con el agujero por el que cae. Igual que ella, somos víctimas de lo que esperamos. En cuanto al test de Turing que planteo en la novela, es el lector quien tiene que responderlo. Espero que las conclusiones de ese test no sean las que saca cualquier bot, y por tanto el lector no comparta con él los mismos circuitos integrados, ni forme parte de la misma conspiración.